Todos los ciudadanos del Imperio sirven al Dios Emperador de la Humanidad, ya sea rindiéndoloe culto o con sus acciones. Desde el escriba más insignificante al Marine Espacial más poderoso, todos sirven a la vasta máquina que es el Imperio. En un millón de mundos, los fieles rezan al Emperador por su existéncia reunidos bajo los auspicios de la Eclesiarquía, cuyos predicadores y confesores enseñan los preceptos del Emperador a las masas. De sus líbros y textos sagrados los ciudadanos comunes aprenden los peligros de la herejía, la mutación y la brujería, así como los terribles castigos que esperan a los que abjuran de su fe al Emperador. También descubren la existencia de aquellos fieles servidores del Emperador que combaten a estos descarriados: los agentes de las órdenes de la Santa Inquisición del Emperador.
Los inquisidores son individuos despiadados que se ocupan de dar caza a los enemigos del Emperador adentrandose en los lugares más recónditos de la galaxia para descubrir y destruir a los conspiradores que atentan contra el Imperio. Nadie está libre de sospecha y hace falta ser muy valiente para atreverse a desafiar a una inquisidor, pues u poder es muy grande y nadie que sea arrojado a sus celdas de pesadilla vuelve a ser visto jamás. Los inquisidores tienen autoridad para convocar a cualquiera de los servidores del Imperio, desde las experimentadas Hermanas de Batalla hasta los letales asesinos, Marines Espaciales o monstruosas criaturas de gran poder subyugadas por inquisidores. El brazo del poder de los siervos del Emperador es muy largo y, puesto que el Imperio es sin lugar a duda el mayor de los reinos estelares, ningún hombre o criatura está a salvo de su inquisitiva atención.